jueves, 7 de junio de 2012

WIM WENDERS


Quien mira esas fotos siente que te gusta lo frontal y la pintura lisa. ¿Es para ti esa frontalidad una manera de sacralizar las cosas fotografiadas, de sustraerlas al fluir del tiempo, a lo anecdótico?

Sí, es cierto. A decir verdad las cosas no conocen el tiempo, soy yo quien lo conoce, simplemente porque llego y me marcho. Pues bien, ante las cosas, las casas, los paisajes, la mirada frontal es también la mirada en la que me siento más ausente y, al mismo tiempo, más unido a lo que está ahí. En el Oeste el horizonte es algo tan presente, tan constantemente dominante, mucho más que en las ciudades… Hágase lo que se haga, el horizonte está ahí y corta la foto en dos partes, y todos los objetos encuentran su lugar gracias al horizonte porque la perspectiva conduce todas las líneas hacia éste. Si el eje de la mirada no es frontal, si se toma otro ángulo, el objeto se despega de su horizonte y ello daña a los ojos y a los objetos. Además, en el Oeste americano todo lo que el hombre ha construido es sobremanera teatral. Una vez que nos hallamos en un paisaje abierto, la mirada frontal es en cierto modo la única posible porque cualquier otra manera de mirar, con un ángulo –lateral, de arriba o de abajo– equivale a separar un objeto de su medio ambiente. Con la frontalidad las cosas conservan su identidad; con un ángulo la pierden. El ángulo designa al fotógrafo.

Entrevista de Alain Bergala.

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