jueves, 24 de mayo de 2012
WILLIAM BECKFORD
"El Califa y Nouronihar quedaron en un estado de mortal abatimiento; sus lágrimas no podían brotar, apenas si podían sostenerse; por fin, se tomaron tristemente de la mano y salieron titubeando de aquella sala funesta, sin saber adónde ir. Todas las puertas se abrían cuando se acercaban, los Divos se prosternaban a su paso, almacenes de riquezas se ofrecían a sus ojos; pero no sentían ya ni curiosidad, ni orgullo, ni avaricia. Con igual indiferencia escucharon los coros de los Ginhs y vieron las soberbias comidas que se les ofrecían por todas partes. Iban errando de habitación en habitación, de sala en sala, de avenida en avenida, tantos lugares sin fondo y sin límite, iluminados todos por una sombría claridad, adornados con la misma triste magnificencia, fatigados por gentes que buscaban descanso y consuelo; pero lo buscaban en vano, puesto que llevaban a todas partes su corazón atormentado por las llamas."
WILLIAM BECKFORD: Vathek (Cuento árabe)
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